Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

"Probervios y Cantares" (Antonio Machado)

miércoles, 18 de mayo de 2011

MEGACIUDADES EN LAS QUE VIVIMOS

¿Por qué vivimos en las ciudades en que vivimos? Hay una serie de cuestiones acerca de la actual organización en ciudades de tamaño creciente, que pueden hacernos dudar de la conveniencia, la necesidad, las ventajas o la sostenibilidad de un planteamiento que hoy día pocos ponen en duda (al menos públicamente), muchos avalamos con nuestro comportamiento y que en general no somos capaces de descifrar.
Para hacer un acercamiento lo más objetivo posible, propongo hacerlo de una forma indirecta. Es decir, tratar de analizar cual es la realidad política, social, económica, cultural que nos ha conducido por ese camino.
En primer lugar, debemos ser conscientes de que la organización humana en asentamientos es tan antigua como el propio ser humano. Si bien, cuando vivíamos en cuevas había una limitación clara del espacio. Seguramente, hasta las primeras construcciones humanas, no empezó a crecer el tamaño de las tribus. Si nos acercamos un poco más en el tiempo, todas las grandes culturas han tenido ciudades con un más que respetable número de habitantes ¿Cómo eran aquellas sociedades? ¿Qué les hacía agruparse de aquel modo?
-         Alejandría (642 adc unos 300.000 habitantes libres+esclavos; en 1800 unos 4.000 habitantes)
-            Mérida (Epoca romana, hasta 50.000 habitantes. En 1842 eran 3780 vecinos; actualmente son 57.127 habitantes)
-            Roma (actualmente 2.750.000 habitantes; en la edad media unos 20.000 habitantes; en el esplendor romano, unos 200.000 habitantes)
Otro sistema coetáneo de organización son los pueblos medievales peninsulares, donde la limitación de la población estaba, en muchos casos, condicionada por las personas que podían refugiarse en los castillos o recintos amurallados. Y así, podemos ver multitud de ejemplos en todas las culturas y lugares.
Podemos ver también cual es más o menos la situación actual de las ciudades más pobladas del mundo (no hay que olvidar que en muchas de ellas las bolsas de población sin registrar pueden ser muy importantes). En España, la situación no es distinta a la de otros muchos países. Hay algunas grandes ciudades, y una gran mayoría entre los 100.000 y los 300.000 habitantes.
Parece que el crecimiento de las estructuras de los asentamientos es variable (cíclico, como casi todo en la vida). Y al igual que los imperios militares o económicos, quizá las ciudades, a largo plazo, varíen también en su población, importancia, etc. Pero si es fácil identificar que el crecimiento de la población de una ciudad está asociado al progreso económico y comercial fundamentalmente. Son centros de actividad económica, donde hay un desarrollo social y cultural derivado de las necesidades que surgen por la concentración humana, acompañado por supuesto de una mejora en las comunicaciones y transporte entre otras cosas.
¿Qué es lo que encontramos en las grandes ciudades que hace de imán hacia ellas? Pues seguramente hay muchos motivos, y cada uno de nosotros lo vive de una manera distinta. El trabajo, las oportunidades, el anonimato, la vanguardia cultural, la desesperación. Es cierto que en las grandes ciudades no solo se concentra un porcentaje muy alto de la actividad y que la economía es más ágil y flexible. A su vez se generan unas necesidades de servicios y empleo mayores, que no existen en otras ciudades. En una ciudad de 100.000 habitantes cual es la proporción de porteros de fincas, aparcacoches, limpiabotas, taxistas, trabajadores públicos, transporte y transportistas, etc. Pero además hay empleos de alta especialización que o bien sólo existen en grandes ciudades, o en ellas son mucho más abundantes (ejecutivos de grandes firmas, personal especializado en los grandes museos, universidades, centros de investigación). Si bien hay que reconocer que la era de las tecnologías hace más fácil (incluso casi viable) realizar algunos de estos trabajos a distancia, cuesta imaginar que por ejemplo los restauradores de pinturas del museo del prado trabajen desde las Islas Canarias (dicho con todo cariño). Pero es obvio que todo esto tiene un recorrido limitado. Y la clave está en identificar hasta que punto es razonable este avance. Actualmente se plantea el concepto de sostenibilidad tanto a nivel local como global. Por ejemplo se habla de “restauración sostenible” cuando se obtienen las materias primas a menos de una determinada distancia del punto de consumo (100 millas, 100-150 km según el lugar). Obviamente debería de haber algunos matices, o los madrileños (o pucelanos por ejemplo) no probarían una sardina en su vida. Pero cabe pensar en algunas racionalidades algo mayores. Esto podría ser el limitante a la población de las ciudades modernas, y así no habría concentraciones que esquilmasen los recursos de su entorno tan vorazmente. Pero, ¿estamos dispuestos a asumir algo así? Ahora mismo, seguro que no, en el futuro, no lo creo, pero es que tampoco se hizo en el pasado, no nos engañemos. Cuando llegan las expediciones de América en torno al año 1500, ya se producía la exportación. Cuando venían las mercancías de la ruta de la seda y las especias, las salazones del norte de Europa. No hay que rasgarse las vestiduras al pensar que la sostenibilidad se debe medir en otros términos no tan oportunistas.

Y una vez que hemos llegado, una vez que sufrimos sus inconvenientes, ¿Qué es lo que nos retiene aquí? Se me ocurren algunas opciones también. El conocimiento del terreno y del mercado, el miedo al cambio, la familia y los amigos, la capacidad de desenvolverse, el idioma, etc. Quizá tiene que haber un equilibrio entre las ventajas e inconvenientes, equilibrio que es distinto para cada uno de nosotros. El umbral de necesidad, o de inconvenientes es diferente para un refugiado africano que para un ciudadano europeo, por ejemplo. Puede ser que esto se produzca y no seamos capaces de apreciarlo a corto plazo. Hemos asumido que son unos inconvenientes necesarios y nos hemos resignado a no ponerlo en duda. Puede llegar ahora el momento de hacerlo y tomar las decisiones más convenientes. Que no se cuales son y que son diferentes para cada uno de nosotros y en cada etapa de nuestra vida.

1 comentario:

  1. Aunque creo que el análisis de las megaciudades es acertado, creo que nos deberíamos concienciar "todos" de los desequilibrios que provocan este tipo de megaasociación y plantearnos si realmente esta resuelta la sostenibilidad tanto ambiental como social de las mismas.
    La globalización y las innovaciones tecnológicas han acercado los recursos a las ciudades, ya no es necesario producir alimentos en los alrededores de las mismas, con lo que se crea un desequilibrio entre el número de personas que habitan una ciudad y el número de personas que puede sostener el territorio. Pero que pasa con la producción de residuos??? Como los gestionamos?? Es este uno de los mayores problemas del nuevo siglo??
    Y aún voy más allá, van implicitas estas megaciudades con el sistema económico?? Con las economias de escala??

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