Siempre es difícil comenzar y mucho más hacer una declaración de intenciones. Es por ello que no pretendo que lo que aquí se escriba, lo sea. Simplemente trato de recoger algunas de las muchas cosas que nos rondan por la cabeza y que en alguna ocasión hemos deseado poder exhibir, con o sin razón, con más o menos fundamento, pero siempre desde la honestidad de no decir sino lo que uno verdaderamente piensa, dejando una rendija siempre para la entrada de otras opiniones lo más diversas posibles. He de reconocer que me encanta hacer de abogado del diablo, o el diablo mismo, aunque habitualmente el pudor me impide exhibirme abiertamente.
Me apasiona cualquier charla o sana discusión acerca de la actualidad, de nuestro día a día, de la y las culturas, la tecnología, las artes, y en definitiva cualquier cosa que excite nuestra imaginación y capacidad de reflexión. No quiero decir que hable desde la erudición, ni mucho menos, ni pretendo sentar cátedra. Simplemente me gustaría dedicar un tiempo de vez en cuando a reflexionar sobre cualquier tema que ronde mi cabeza e invitar a todo el que quiera a hacerlo también.
Para esta ocasión estaba pensando en hilar varios asuntos que tendrán un seguro protagonismo en las ya muy próximas fechas navideñas. Los tan traídos y llevados derechos de autor, los libros electrónicos y el mundo editorial.
Estas navidades serán muy probablemente el despertar de los lectores libros electrónicos como un nuevo soporte para la literatura y los libros en general. Son varios los aspectos más polémicos de estos “aparatitos” lo que hace que hayan estado, estén y sobre todo vayan a estar en boca (sino en las manos) de todos.
En primer lugar, sorprende como en un mundo globalizado, en el que la distribución mundial está a la orden del día, los lectores de libros electrónicos han tardado años en llegar a un país como España (pese a lo que algunos puedan pensar, no es el tercer mundo). Así, un lector que acaba de comercializarse en España, lleva más de dos años vendiéndose en Estados Unidos o Japón. Pero cuando por fin llegan a nuestras manos, ¿Cuál es nuestra postura ante ellos? – “Prohibidos los libros electrónicos en La Feria del Libro de Madrid” – según publica el diario El País el 27 de Mayo de 2009, que reza el reglamento de dicha feria. Inmediatamente estamos pensando en que algo de satánico tienen que tener estas “maquinitas” cuando “por nuestro bien”, los guardianes de la cultura tratan de mantenernos lejos de ellas. La siguiente pregunta que nos asalta es, si está ocurriendo lo mismo en otros ámbitos o en otros países en eso de “electronicar” los libros. Y entonces nos topamos con el “proyecto Gutenberg” (según reza la wikipedia: El Proyecto Gutenberg (PG) fue desarrollado por Michael Hart en 1971 con el fin de crear una biblioteca de libros electrónicos gratuitos a partir de libros que ya existen físicamente. Estos libros electrónicos se encuentran disponibles desde entonces en Internet). Vaya, que en Madrid prohíben en 2009 lo que está disponible para todo el mundo desde 1971, nada más que 38 años antes. Sin embargo, como en casi todo, dejando pasar el tiempo las cosas cambian. Así, en la feria del libro de Madrid, en 2010, ya se admite que se puede hablar de los libros electrónicos. Y en otros ámbitos se emula el proyecto Gutenberg en versión hispanica.
Y por último (para no extenderme en exceso), cabe hacer una reflexión acerca de la percepción del usuario de lo que está bien o mal. Así, basta con cambiar unas letras para hacer que salga el sol y todo nos parezca maravilloso. Si en lugar de llamarlo “e-book”, lo llamamos “i-pad”, todo tiene otro color. ¿Realmente son tan diferentes? Si buscamos alguna explicación o comparación en internet, podemos hacernos una idea. Parece ser que cuando “Apple” tiene algo que ver, cuando se menciona “internet”, o necesitas una conexión telefónica “móvil”, el negocio es otro. Y efectivamente, no hay como una buena campaña de marketing, y un lobby lo suficientemente fuerte como para hacernos cambiar de opinión.
Lo que queda atrás, de lo que nadie habla, lo que a algunos puede interesar es otra cosa. Libros al alcance de todos (cuando se llama biblioteca parece otra cosa), en cualquier lugar y en cualquier idioma. En Madrid, en la cuesta de Moyano puedes comprar un libro, un buen libro por 1, 2 ó 3 euros fácilmente.
Echando la vista atrás, podemos buscar semejanzas con otros casos. Y algo muy similar ocurrió con la música y el mp3, con el video-dvd y los reproductores x-vid, o con los periódicos gratuitos (todos denostados y vilipendiados en su origen y hoy imprescindibles en nuestras vidas).
¿Ocurrirá de nuevo lo mismo? Se habrá de reinventar el negocio, seguro. Algunos ya lo están haciendo, léanse los casos de Google-libros o Amazon, entre tantos. Pero no seré yo quien lo haga. De momento simplemente lo disfruto.